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Articulo.

La Guerra estúpida y lo que recomienda The Economist[1].
Tomas E. Holguin M.

En los siguientes párrafos tratare de explicar de una manera breve un tema-problema que está en boga en la sociedad mexicana actual, y que ha traído consecuencias y secuelas funestas para gran parte de la población mexicana y que ha colocado en crisis al Estado mexicano, el problema es la guerra contra las drogas, o la “Guerra contra el narco”. Y mi apoyo bibliográfico en este momento será lo que expresa, y propone de una manera muy interesante, una revista británica, The economist[2].
En México, hace unos años el presidente fraudulento de la nación Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico en un acto oficial, y advirtió, “en esta guerra, habrá muertes”; y ha utilizado todas las armas que están a su disposición para sortear esta guerra, la principal: el ejército mexicano. Esta “guerra al narco” y a las drogas, se le vende a la población a través de distintos prejuicios ideológicos como el de protección a la familia, de seguridad para la población y de amor por la patria (por México), temas evocados y subrayados ya en tiempos anteriores por reconocidos fascistas variopintos. Así, esta guerra con sus distintas justificaciones prejuiciosas ha generado en mucha gente una opinión general de apoyo o de “que importa” a esta política guerrerista contra el narco. Genera la opinión de que el gobierno realmente está haciendo algo bueno por terminar con la lacra del mercado de las drogas, de que realmente se está preocupando por el bienestar de mi familia, y de que por fin ha llegado una mano firme que ponga orden y nos brinde “seguridad”, cosas fáciles de promover y hacer creer en una comunidad a la que se le ha marginado de educación política y ciudadana minima, que no se le motiva e incentiva para que lea, en una comunidad donde el analfabetismo funcional es importante
[3].
Lo que la mayoría hemos hecho es simplemente aceptar, no hemos puesto en duda esta “guerra contra el narco”, ni las justificaciones en las que se basa el gobierno para realizarla, no hemos alcanzado a ver los riesgos sociales y personales que implica esta guerra tal y como se está llevando a cabo, no hemos podido ver las otras motivaciones (intereses) –políticas y económicas- que mantienen esta guerra, ni el contexto mismo nacional e internacional en que surge esta “guerra contra el narco”, que es de crisis
[4] en muchos aspectos, nos hemos conformado con el estado actual de cosas –tal vez por miedo-. Y es en este momento, en este estado actual de cosas, cuando The Economist lanza su propuesta –ya por segunda ocasión-, y es donde empieza el relato sobre el enfoque actual de la guerra contra las drogas: prohibición o legalización, cual es la política menos mala.
Antes de continuar, he de manifestar que en lo personal, yo estoy en contra de esta “guerra contra el narco” que refleja en muchos aspectos una política de terror para la sociedad, que busca el control a través de la militarización de los próximos brotes de inconformidad hacia el gobierno que nacerán de la actual crisis económica y política, que busca la legitimización de un presidente de la nación fraudulento que tiene escaso apoyo popular, y una guerra que es el plan piloto del inicio de una nueva etapa de intervención imperialista, porque México tiene y juega un papel geopolítico
[5] de suma importancia para EEUU, iniciando por sus recursos naturales.
Dice The Economist que, “Hace 100 años un grupo de diplomáticos extranjeros se reunió en Shangai. Era la primera vez que se hacia un esfuerzo internacional para prohibir el comercio de una droga narcótica”, en referencia al opio. Tiempo después la ONU instigó a sus países miembros a lograr un “mundo libre de droga” y “eliminar o reducir significativamente” la producción de opio, cocaína y cannabis para el 2008. Agrega como critica que “esa es la clase de promesa que les encanta hacer a los políticos.” Porque “alivia la sensación de pánico moral que ha justificado la prohibición durante un siglo. Su objetivo es darles seguridad a los padres de los adolescentes alrededor del mundo. No obstante, es una irresponsabilidad inmensa, porque no se puede cumplir.” ¿Cumplir qué?, pues eliminar el consumo de las drogas solo con prohibición y con la guerra legalista y policiaca.
Continua, “la guerra antidroga ha sido un desastre, y ha contribuido a crear Estados fallidos en naciones en desarrollo, aunque la adicción ha florecido principalmente en el mundo rico. Desde este punto de vista, esta guerra de 100 años ha sido no-liberal, criminal y sin sentido.”
Afirma que la prueba del fracaso está en que “más de 200 millones de personas, o casi 5% de la población adulta del mundo aun consumen drogas ilegales –aproximadamente la misma proporción que hace una década-. (Como muchos hechos supuestos sobre los estupefacientes, esto solo es una conjetura: el rigor de las evidencias es otra víctima de la ilegalidad).”
Y qué más sucede con la prohibición de la droga, pues que esta “misma vicia los esfuerzos de la guerra contra la droga. El precio de una sustancia ilegal está determinado mas por el costo de distribución que por el de producción”, “el costo en la calle” “se fija principalmente por el riesgo de introducir cocaína a Europa o a Estados Unidos”.
Otro efecto negativo de la prohibición es que “lejos de reducir el crimen, la prohibición ha fomentado el gansterismo en una escala nunca antes vista en el mundo”. “En Occidente hace criminales a ciudadanos que en todo lo demás son cumplidores de la ley”. Dice, “también hace a las drogas más peligrosas: los adictos compran cocaína y heroína altamente adulteradas; muchos usan agujas sucias para inyectarse, propagando el VIH; los desdichados que sucumben al crack o al meth están por fuera de la ley, contando solo con sus proveedores para recibir tratamiento.”
Y agrega en algo que nos compete a nosotros: “son los países en el mundo emergente los que pagan el precio más alto. Aun una democracia relativamente desarrollada como la de México se encuentra en una lucha de vida o muerte en contra de la mafia. Los funcionarios estadounidenses, incluyendo un antiguo zar de las drogas, están preocupados de tener un “narco-Estado” como vecino”; cosa muy alarmante esto último, ya que esto es una hipótesis actual, de que en esta guerra que lanzó Felipe Calderón contra el narco, este no esté combatiendo a todo el narco en general, sino que en realidad solo esté atacando a un bando del crimen organizado y que protege –con el ejercito- a otro bando, hipótesis apoyada en las declaraciones firmadas por grupos del narcotráfico que han aparecido a través de pancartas en múltiples partes del país donde se quejan de este ataque desigual.
Continuando con The Economist, viene la parte más interesante, la formulación de la propuesta: “El fracaso de la guerra antidroga ha guiado a algunos de sus generales más valientes, especialmente de Europa y América Latina, a sugerir cambios en el tratamiento del problema, y pasar de encerrar a la gente a mejorar los sistemas de salud pública y lograr una “reducción del daño” (tal como animar a los adictos a usar agujas limpias). Esta propuesta pondría mayor énfasis en la educación pública y en la regeneración de los enfermos, y reduciría el hostigamiento a los campesinos cultivadores de coca y la penalización a los consumidores de drogas “suaves” de uso personal. Este sería un avance en la dirección correcta. Pero es improbable que sea fundamentado adecuadamente, y no ayuda en absoluto a sacar al crimen organizado de la escena”
Afirma que, “la legalización no solo espantaría al narco; transformaría el problema de las drogas de ser un asunto legal y de orden público a ser uno de salud pública, que es como se debería tratar. Los gobiernos gravarían y regularían el comercio de las drogas, y usarían los fondos obtenidos (y los miles de millones que se ahorrarían en el cumplimiento de la ley) para educar al público acerca de los riesgos del consumo de drogas y para tratar la adicción. La venta de narcóticos a los menores permanecería prohibida. Diferentes sustancias tendrían otros niveles de impuestos y de regulaciones. Este sistema seria complejo e imperfecto, y exige una supervisión constante cuyos beneficios serian difíciles de medir. Los precios después de impuestos deberían fijarse en un nivel que marcara el equilibrio entre la reducción del uso por un lado, y el desestimulo del mercado negro y de los actos desesperados -robo y prostitución- a los cuales recurren los adictos para alimentar sus hábitos”.
¿Cómo reaccionaría la sociedad a esta propuesta?, dice The Economist que la reacción vendría de los padres de familia, en donde el temor se basaría “en la suposición de que más gente consumiría drogas bajo un régimen legal.” Pero -hay un pero-, “esa suposición puede ser falsa. No hay correlación entre el rigor de las leyes antidrogas y la incidencia en el consumo: los ciudadanos que viven bajo regímenes fuertes” “consumen mas drogas, no menos”.
Así, “la legalización podría reducir, tanto la oferta como la demanda (incluso la sensación de peligro desaparecería). Nadie lo sabe con seguridad. Pero es difícil argumentar que las ventas de un producto que se volviera más barato, seguro y disponible pudieran caer. Cualquier proponente honesto de la legalización podría sabiamente suponer que el consumo de drogas en general aumentaría. Pero existen dos razones principales para argumentar que la prohibición debería desecharse de todas formas. La primera se basa en un principio liberal. Aunque algunas drogas ilegales son sumamente peligrosas para las personas, la mayoría no son particularmente dañinas. (El tabaco es mas adictivo que virtualmente todas ellas). La mayoría de consumidores de estupefacientes, incluyendo la cocaína –aun heroína-, los toman ocasionalmente. Lo hacen porque les produce placer (como sucede con el whisky o un cigarro). El trabajo del Estado no es impedirles que lo hagan.* El “segundo argumento: la legalización ofrece la oportunidad de atender la adicción adecuadamente”.
Y por ultimo dice, “la legalización no alejaría totalmente a los traficantes de las drogas; como sucede con el alcohol o lo cigarros, habría impuestos que burlar y reglas para infringir. Tampoco salvaría automáticamente a los Estados fallidos como Afganistán. Nuestra solución es una alternativa desordenada, pero un siglo de fracaso manifiesto argumenta a favor de un nuevo ensayo”.
Esta es una voz más, como otras que ya se expresan también a nivel local, que nos hace preguntarnos, ¿qué realmente está haciendo y buscando el gobierno mexicano con toda esta faramalla de la “guerra contra el narco”, con sus ejércitos en las calles, y con sus muertes prometidas y cumplidas? ¿Acaso nuestros gobernantes realmente creen que el mercado y el consumo de la droga van a resolverse con este tipo de guerra que hoy llevan a cabo, y con la prohibición?, y si piensan así –y también nosotros no siendo mal pensados-, no nos quedaría más que concluir que la mentalidad de nuestros gobernantes es tan conservadora que se ven imposibilitados de manejar otras alternativas, más coherentes con la realidad, como la que menciona la revista británica, y que por tanto nuestros gobernantes son bastante ineptos.
Como dije, estas serian las preguntas más sencillas a elaborar si no somos “mal pensados” y si aun creemos (porque eso nos hicieron que creyéramos) en lo que se denomina Estado Benefactor
[6] o el Estado como entidad neutral que media los conflictos que surgen por motivo de los intereses antagónicos de las distintas clases y subclases de la sociedad –burguesía[7] y proletariado-, en vez de saber que el aparato del Estado es un Estado de clase, dominado por la burguesía a través de sus propios partidos burgueses (PRI,PAN y PRD) en su democracia y legislación burguesas, y que por tanto responde a los intereses de esa clase minoritaria y explotadora, y no a favor de la mayoría de la población, y que el ejército mexicano y todas las policías[8], como los brazos del Estado burgués están no para servir al pueblo mexicano ni protegerlo, porque han sido educados para obedecer las órdenes que les dé esa clase social que tiene el poder del Estado y que en estos momento decidió crear una “guerra contra el narco”. Puestas las cosas de esta manera, mas desengañados, es posible identificar de forma más clara y precisa los verdaderos motivos (intereses) y objetivos de esta guerra impulsada por Felipe Calderón, ¡el presidente del empleo!
De inicio, ya lo dije, y no lo he mencionado solo yo, Felipe Calderón busca legitimar su gobierno ante la clase media mexicana, principalmente; segundo, busca el control a través de la militarización del país del descontento social que surgirá inherentemente ante la crisis; tercero, intenta servir de manera segura y con amplio margen de movimiento, a los intereses de su clase, la burguesía nacional y transnacional, que aun sigue ante los huesitos de lo queda de México (petróleo, gas, agua, pensiones, mano de obra barata, etc, etc.), y por último, teniendo una mente y visión empresarial –por eso no salimos del hoyo-, el crimen también es un negocio y genera sus regalías, así es, el criminal también produce, también tiene su papel en el modo de producción capitalista, veámoslo mas a detalle con las palabras del señor Marx:

Un filosofo produce ideas; un poeta, versos; un pastor, sermones; un profesor, manuales, etc. Un criminal produce crímenes.
Si se considera más de cerca la relación existente entre esta rama de la producción y el conjunto de la sociedad, será posible liberarse de muchos prejuicios. El criminal no produce solamente crímenes, sino también el derecho penal, el profesor que da clases sobre derecho penal e incluso el inevitable manual en que ese profesor condensa su doctrina para que resplandezca la verdad. Se produce pues un aumento de la riqueza nacional, y ello sin contar el placer que experimenta el autor. El criminal produce además la organización de la policía y de la justicia criminal, los guardias, los jueces, los verdugos, los jurados, las diversas profesiones que constituyen otras tantas categorías de la división social del trabajo, desarrollando las facultades del espíritu, creando nuevas necesidades y nuevas maneras de satisfacerlas. La simple tortura ha suscitado las más ingeniosas invenciones mecánicas y da ocupación a una multitud de honestos obreros en la producción de esos instrumentos.
El criminal produce una impresión, ya sea moral o trágica; de este modo suscita los sentimientos morales y estéticos del público. Aparte de los manuales sobre el derecho penal, del código penal y de los legisladores, produce arte, literatura, novelas e, incluso, tragedias. El criminal aporta una diversión a la monotonía de la existencia burguesa; la defiende contra el marasmo y hace nacer en ella esa inquieta tensión y esa agitación del espíritu sin las cuales el estimulante de la concurrencia terminaría por abotagarse. El criminal da, pues, un nuevo impulso a las fuerzas productivas.

Carlos Marx, Historia critica de la teoría de la plusvalía, "Adam Smith y la idea del trabajo productivo", cap. "El trabajo productivo y el trabajo improductivo". Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1945.


Así compañeros(as), con tanta necedad, manipulación, y falsedad impuestas, no nos quedará de otra más que negarnos a esta política del terror, a esta oscura “guerra contra el narco”, a esta política económica llamada neoliberalismo que actualmente está en crisis pero que en los países subdesarrollados aun se promociona como ese algo que nos hará crecer, crecer y crecer; y también habrá que negarnos a la raíz de la producción y reproducción de tanta estolidez, irracionalidad e injusticia: la dictadura burguesa - el modo de producción capitalista-. En donde es seguro que una alternativa de combate a la droga coherente como la que menciona The Economist es muy inviable.


*El subrayado es mío.
[1]The Economist es una publicación semanal británica de política, relaciones internacionales y negocios, dirigida a una audiencia mundial. The Economist se considera tradicionalmente una publicación de filosofía liberal, tanto en lo económico como en lo referente a lo político y las costumbres. Favorece el libre comercio, la propiedad privada, la libertad de prensa, las libertades políticas, la democracia de partidos, la separación de la iglesia y el Estado, y propone que el gobierno debe mantenerse lo más alejado posible de los individuos y la empresa privada. También critica la instrumentalización del gobierno por los intereses privados. Esto ha resultado en que las opiniones del semanario muchas veces creen conflictos con la izquierda y la derecha conservadora alrededor del mundo. La izquierda protesta la filosofía pro-capitalista del periódico, mientras que el conservadurismo protesta el punto de vista tolerante que el magazín tiene a favor de los derechos de los homosexuales y la legalización de drogas, entre otros asuntos.
[2] Failed states and failed policies. How to stop the drug wars.Prohibition has failed; legalisation is the least bad solution. Mar 5th 2009, The Economist print edition. Pagina electrónica: http://www.economist.com/opinion/displaystory.cfm?story_id=13237193
[3] Cuando se sabe leer y escribir, pero no se comprende lo que se lee, y menos se escribe.
[4] Crisis económica, energética, alimentaria y del medio ambiente, todas juntas, y que según varios expertos, puede terminar en una gran crisis de toda la civilización occidental tal y como la conocemos actualmente.
[5] La Geopolítica es la ciencia que, a través de la geografía política, la geografía descriptiva y la historia, estudia la causalidad espacial de los sucesos políticos y sus futuros efectos. La geopolítica representa uno de los instrumentos para definir las estrategias de la colonización del mundo.
[6] Se dice que existe un Estado benefactor cuando el Estado asegura la protección social, entendida ésta mediante derechos tales como la sanidad, la vivienda, la educación, los servicios sociales, las pensiones de jubilación o la protección del empleo o del empleado. Se basa en el principio de que el bienestar del individuo depende de la colectividad.
[7] Burguesía: clase dominante en la sociedad capitalista; posee en propiedad los medios más importantes y decisivos de producción, y vive a costa de explotar el trabajo asalariado.
[8] ¿Qué es, por ejemplo, esa cosa que se llama un jefe de la policía, tan asesino, tan malvado y al mismo tiempo tan buen padre de familia como cualquier otro? Estamos en contra de esa esencia, esa institución física, legal y moral que se llama policía, y que físicamente nos tortura y nos golpea, no por accidente, sino porque en golpear y torturar radica su esencia, su esencia moral y legal. No queremos que la policía exista de ningún modo, puesto que una comunidad se puede auto cuidar y preservar por si misma a través de formas especiales… Si esta meta se encuentra muy distante como para ser alcanzada por los ciudadanos que integran la comunidad actual, entonces pedimos que desaparezca la policía represiva, educada precisamente para golpear, humillar y asesinar. Una policía democrática, por lo pronto. Estamos contra el Presidente, pero no contra ese señor de nombre Gustavo Díaz Ordaz, sino contra lo que representa como poder irresponsable, que no responde ante nadie de sus actos, que pasa por encima de los ordenamientos legales y que se rodea de un aparato de engaño social, de sumisión y de lisonja con el que ha terminado por pervertir al pueblo entero.

-José Revueltas, México 68: Juventud y Revolución, cap. Cartas de Crujía. Ed. ERA, 2003.